Miércoles, 21 Enero 2015 20:22

Terrorismo, Islamismo, Fundamentalismo II

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Por: Joseph Garzozi Buchdid - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.     

 

Completo con esta entrega II sobre el tema que tiene muchas lecturas y propuestas según quién y desde qué posición la hace, comenta y propone.  Voy a intentar compartir con los lectores mi reflexión personal, basada en mis vivencias y experiencias llenas de anécdotas, en el Medio Oriente y Europa, durante los 10 años de mi permanencia combinada en los tres continentes: Europa (Madrid, donde residía), África y Asia (Medio Oriente) donde viajaba continuamente por trabajo.

Pude vivir y apreciar los cambios en todos los países, las nuevas realidades, los nuevos paradigmas y todo lo que, de alguna manera, ha contribuido a llevarnos a la situación actual.

Cuando los precios del petróleo se dispararon en la década de 1970 a 1980, se produjo la locura comercial y del desarrollo de los europeos y muchos países del mundo, de ser parte de lo que se llamó “reciclar los petrodólares”.

Los nuevos ricos, países petroleros (entre los que estuvo incluido Ecuador) necesitaban de todo y tenían a sus órdenes todas las ofertas y oferentes de Europa y del resto del mundo.

Fue entonces que escuché por primera vez la propuesta de Euroarabia, que consistía en una alianza para el desarrollo mutuo de los países europeos y los países del Medio Oriente y África, básicamente para venderles de todo, construir y desarrollar toda la infraestructura para que den el gran salto del camello al avión.

Se construyeron ciudades, puertos, aeropuertos, carreteras, plantas eléctricas, viviendas, palacios, templos, centros comerciales, hospitales y por supuesto se formaron y armaron los ejércitos, y para hacer corta la historia, lo más importante para la vida: organizar y proveer el recurso AGUA.

Esto, después de más de 35 años, nos pone en la nueva realidad. Europa se recuperó y creció económicamente y cayó en el entramado de una cultura del nuevo rico, del consumismo, de estado paternalista y benefactor que lo daba casi todo a los ciudadanos.

Los ciudadanos de los países del Medio Oriente, también se contagiaron del consumismo, pero se educaron y profesionalizaron y con su dinero se integraron con los europeos en inversiones empresariales, inmobiliarias y otras en Europa y otros países.

Pero todas estas deslumbrantes bonanzas no beneficiaron a todos en ambos lados de los petrodólares, también produjeron cambios culturales, dictaduras, choques culturales, especialmente en el campo religioso.

La religión en el mundo islámico es quizás la herramienta de poder más fuerte, pero no está exclusivamente en manos del poder político o económico; aquí se genera el primer conflicto, incrementado por la multiplicidad de divisiones en la religión. Sus líderes, ayatolas y todos los nombres con los que se los conoce, fragmentaron el mundo islámico, dificultando cualquier dialogo con el mismo, como bloque, partiendo de los dos más grandes: Suní y Shii.

Un paréntesis para recordar cómo el poder del Ayatola Jomeini, acabó con el Sha de Irán y con sus herederos y continua hasta nuestros días, con diferentes conflictos: la larga guerra Irak-Irán, Irak –Kuwait – Estados Unidos y otras.

Las nuevas tecnologías inundan los hogares de varias ciudades y naciones islámicas y siembran en sus mentes y corazones la idea de que hay otras formas mejores de vida y libertades que, sumado a los conflictos permanentes, generan las oleadas migratorias a Europa y otros países.

Los migrantes del Medio Oriente viajan con una sola fortaleza para afrontar sus desafíos en sus nuevos países y hogares, ésta es su religión, donde depositan sus sueños, sus aspiraciones de mejor vida, para controlar sus miedos y para poder alcanzar objetivos pero sin dejar de ser musulmanes y aquí es donde surge el actual conflicto. No se puede obligar a los países receptores de estas migraciones a que cambien, inviertan dinero para adaptar sus países en educación, cultura, leyes, etc., para quienes emigraron a los mismos.

Una cosa es permitir y respetar sus religiones y otra muy diferente es violentar los marcos legales, principios y normas de siglos de civilización y cultura, reflejadas en ellos, para complacer a los migrantes, sean estos en mi criterio de cualquier religión, país y/o cultura.

Todos, repito, todos deberán respetar los valores, leyes y normas de convivencia en los países anfitriones, aprender su idioma, conocer su historia e integrarse a los nuevos países, pretender lo contrario, no solo es absurdo e injusto, es irresponsable e inviable porque terminará trasladando el conflicto interno islámico dentro de las fronteras europeas, ampliándolo no solo en la realidad de sus países, sino a una nueva confrontación religiosa entre todos los credos, sembrando dolor y muerte, pero sobre todo miedo, mucho miedo, en países en los que uno de sus grandes logros son la paz, seguridad y convivencia pacífica.

Estamos retrocediendo siglos con esta excesiva permisibilidad y creando guetos con los ciudadanos aborígenes europeos en sus propias ciudades y países. Francia proclamó libertad, igualdad y fraternidad en su revolución. No puede otorgar privilegios y nuevas normas y beneficios, creando desigualdades con fondos de los franceses, en beneficio de los migrantes de cualquier país y/o religión.

La ley es para todos, creo que la única forma que, aunque tomará generaciones, para acercar posiciones, es la liberación, educación e incorporación de la mujer islámica, madre, maestra, esposa y soporte de las familias en el mundo islámico y en todo el planeta, en cualquier religión y cultura.

No puede seguir prisionera toda la vida en la celda de un burka (vestimenta) que la aprisiona, tiene que dejar de ser esclava del hombre y sus imposiciones islámicas, debe instruirse, viajar, respirar sin velos, decidir con quién quiere formar un hogar, no ser negociada y, en alguna forma, vendidas en ciertos casos siendo aún niñas, para servir de esclavas sexuales.

Las mujeres, los niños y niñas y los jóvenes deberán formarse y decidir sobre su vida y sus destinos. Iniciando, lógicamente, todos estos cambios en los países occidentales.

Esto sería una gigantesca transformación y deberían tener en el futuro como marco para cualquier gran acuerdo entre naciones, bloques y religiones, los parámetros básicos para cualquier acuerdo contenido en los “Derechos Humanos Universales”, suscribirlos y respetarlos. Estos derechos, reconocidos por las Naciones Unidas, pertenecen a toda la humanidad, no son parte de ninguna religión, régimen o teoría política y son quizás el mejor acuerdo y marco normativo para la nueva humanidad.

Si no actuamos ahora, nos esperan largos años de miedos, conflictos, muertes, crisis que destruirán los avances alcanzados, volviéndonos al pasado pero con más destrucción por los armamentos existentes y la decadencia moral de los hombres.

Cualquier lector que desee expresar y compartir sus criterios me los puede enviar, pues estos problemas son de todos.

 

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