Jueves, 09 Mayo 2013 00:00

Vivencias

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El mundo moderno trajo a nuestros hogares, las imágenes con la televisión, el video, internet, la web y las redes sociales.  Con ello el mundo irreal, fantástico, placentero y bello o violento, agresivo y terrorífico, es parte de nuestra vida diaria.

Antiguamente de la lectura de libros o revistas y de escuchar la radio, nuestra mente imaginaba lo leído o escuchado y cada cual tenía su propio mundo irreal.

En la actualidad las imágenes y colores de la televisión, los videos, internet, web, redes son iguales para todos.  Nos hemos masificado e ingresado en el mercado de consumo de lo irreal a nivel universal.

Pero hay algo aun más profundo y significativo y es que la fuerza del mundo irreal ha penetrado tan intensamente nuestras mentes y corazones, que niños, jóvenes y adultos vivimos al ritmo que nos imponen la suma de la realidad y la fantasía.

Las angustias y tensiones, las preocupaciones y ansiedades pasan de la realidad de los problemas diarios a los de la fantasía del mundo de telenovelas, de las series o de la otra dramática realidad de las noticias, las redes sociales, internet, etc.

Muchas personas padecen de ansiedad irreal pues han traspuesto la barrera de la pantalla y viven los problemas de los dramas que siguen día a día, en la televisión o internet.

Esta simbiosis profunda hace que mucha gente se refugie en la fantasía para huir de su realidad, pero asimismo en esa huída se deforman y asimilan vocabularios, modas, costumbres, virtudes y defectos extraños a nuestro medio y países.

Estas vivencias, suma de realidad y fantasía, hacen que dichas virtudes y vicios tengan dimensiones de fronteras lejanas que van desde: Estados Unidos, pasando por México y Venezuela a Brasil y Argentina o desde Australia a Europa.

Vivimos la dimensión planetaria, con internet, la web, las redes sociales, de la noticia a la telenovela, de la publicidad con artistas famosos a la música, la ciencia y muchas cosas más.  Esta maravilla tecnológica, este horizonte amplio no debe sorprendernos con la guardia baja.  Debemos aprovechar y seleccionar todo lo bueno y positivo de este multifacético mundo de la comunicación planetaria.  Vivamos y disfrutemos las riquezas de la información y comunicación, pero con la responsabilidad y madurez de saber los límites que debemos autoimponernos y sobre todo ensanchemos lo nuestro.

La información de nuestros propios países de nuestras bellezas regionales y culturales, de nuestras fiestas y expresiones folclóricas, de nuestras artesanías, flora, fauna y ecología, de nuestros ríos, montañas y valles, pero principalmente de nuestras gentes, debe ser más extensa y constante.

Tenemos que conocernos más y mejor, que nuestro mundo real tenga también las imágenes de un mundo irreal, de una fantasía también de lo nuestro.

Una sociedad abierta como la nuestra, si no conoce sus propias realidades, si no desarrolla sus propios valores y cultura, será presa fácil de un mundo de influencias que terminarán convirtiéndonos en híbridos sin definición.

En un futuro no muy lejano hablaremos y actuaremos como ciudadanos de distintos países, todos en uno sin ser ninguno.

Vivamos la suma de lo nuestro y la del mundo con la fuerza de nuestra propia identidad.

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