Jueves, 14 Marzo 2013 00:00

Escándalo

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El pensamiento expuesto refleja con absoluta claridad una realidad nacional.  Nos hemos acostumbrado al escándalo a tal punto, que se ha convertido en algo normal de la vida diaria del país.  Se lee en la prensa, se mira y escucha en la televisión y la radio, noticias, reportajes y casos escandalosos, sin que ello conmueva nuestra conciencia o nos incite a la protesta o a la acción, si de alguna manera ello nos es factible.

Preferimos comentar y lamentar lo que sucede, pero nos abstenemos a la hora de actuar, de hacerlo.

Una sociedad que ha perdido la conciencia de los auténticos valores tiene pocas probabilidades de sobrevivir.  Será presa fácil de cualquier demagogo o cualquier hombre fuerte que ofrezca soluciones violentas.

Tenemos que reencontrar la escala de valores imperecederos para inculcar los mismos en nuestra niñez y juventud, antes que el vacio cultural y espiritual deforme totalmente sus mentes y corazones y consideren y crean que lo malo es bueno, lo incorrecto es correcto.  Que la violencia es lo normal y la convivencia pacífica lo anormal.  Que el crimen, la droga, el sexo, los asaltos y robos son acciones y situaciones aceptables de la vida diaria.

La cultura de lo feo, el disfrute del terror es ya una realidad en nuestro medio.  Es así que observamos a nuestros niños jugar con monstruos y disfrutar con los actos violentos de falsos héroes de la televisión y el cine.

Lo feo, lo escandaloso, lamentablemente se ha convertido en un producto comercial de primera línea.  Se vende con facilidad y por ello lo destacamos en las noticias, sin profundizar en los efectos negativos y muchas veces sin comentar o editorializar con la suficiente fuerza y continuidad sobre los temas que han conmovido la conciencia nacional.

Así vemos cómo asesinos y violadores se han convertido en personajes.  En el campo político hemos podido observar también hechos y actuaciones que se enmarcaron en el escándalo, y han convertido a sus protagonistas en líderes.

Contemplamos cómo los políticos que se enriquecen ilícitamente en la función pública, en el decir popular se los considera hombres listos, porque se estima que si no lo hacen, igualmente pensarán que lo han hecho y probablemente los acusarán de tal procedimiento.

Estos son a grandes rasgos los resultados de lo malo de habernos acostumbrado al escándalo, estamos deformados y hemos traspuesto la escala de valores.  Requerimos por ello urgentemente de una estrategia comunitaria, para que partiendo de la educación y continuando con una serie de acciones en los medios de comunicación y publicaciones, devolvamos a la ciudadanía en general y a la conciencia individual de todos, sin consideraciones de edad, sexo o religión, los verdaderos valores.  El amor a lo bello, el aprecio y estimulo a las personas honradas, la exaltación de los valores y acciones cívicas y de las virtudes en general deben ser objetivos comunes para cualquier país que quiera ser mejor.

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