Jueves, 07 Marzo 2013 00:00

Viaje por la Vida

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Cómo conducimos y cuidamos nuestro vehículo y por qué derrotero lo llevamos, definirá nuestra vida acumulando las horas de experiencia según la velocidad e intensidad con que guiemos nuestro cuerpo, nos permitirá más o menos minutos, horas, días y años de viaje.

Podemos adornar nuestros vehículos con los mejores trajes y joyas, transformarlos con cirugía y tratamientos de acuerdo con las circunstancias y recursos, pero el alma, el piloto seguirá siendo igual ante el hecho único e ineludible de la muerte y el Juicio Final.

Por lo tanto, cuando aprendamos a ver con la profundidad que la inteligencia y la fe nos da, a las almas y no a los cuerpos, así se nos terminarían por arte de magia, (magia que es filosofía razonada e inteligente), las discriminaciones de cualquier clase.

El blanco seria igual que el negro o el amarillo, el gordo igual que el flaco, el hermoso(a) igual que el feo(a), el rico igual que el pobre, el erudito igual que el analfabeto porque todos sin excepción, desembarcados del vehículo cuerpo, hombres y mujeres, viejos o niños somos simplemente alma iguales.

Ver el viaje de la vida desde esa perspectiva, nos permite comprender mejor a la humanidad.  Tratar con todos nuestros semejantes en una dimensión universal, cósmica e infinita que no tiene fronteras, riquísima en vivencias, nobilísima en comprensión y solidaridad y, por lo tanto, en paz y tranquilidad.

Conducirnos por la vida, demanda al igual que todo, un aprendizaje, una formación.  Es entonces cuando las escuelas y teorías religiosas y políticas de manejo, surgen a diestro y siniestro: cristianismo, comunismo, islamismo, capitalismo, budismo, sionismo, confucionismo, socialismo, ateísmo y todos los “ismos” que usted conozca incluido el salvajismo.

Unos nos dicen que debemos conducir por la derecha, otros por la izquierda, todos creen poseer la verdad y tener la razón.  Para ciertos pilotos es más fácil y cómodo una determinada escuela, para otros la opuesta, y así surgen las diferencias, las rivalidades que hacen que nuestros vehículos-cuerpos se enfrenten, choquen, destruyan o mutilen en inútiles conflictos, porque lamentablemente la humanidad sigue viviendo y viendo a los vehículos, los cuerpos y no a los pilotos, las almas.

Esto que sucede a nivel mundial, lo tenemos en el nivel nacional, local, hasta llegar a un mismo y común garaje de nuestros propios hogares donde estacionamos día a día nuestros cuerpos junto al de nuestras esposas, hijos, padres o hermanos para solo fijarnos en: ¿cómo lo hemos utilizado en el día?, ¿en qué forma lo traemos?, y ¿con qué escuela conducimos, si por la izquierda o la derecha?, en un brutal materialismo que solo nos sacude cuando una muerte temprana, inesperada, nos dice que el piloto dejó el vehículo y se marchó al infinito, a la vida después de la vida, al viaje sin fin ni limites, al encuentro con lo único cierto y eterno, la gran y única verdad: DIOS.

Que importa si conducimos por la izquierda o la derecha, si el límite del recorrido para todos los vehículos es el mismo, la muerte; conduzcamos por tanto descubriendo al piloto de cada cuerpo, para que de la mutua comprensión, amor y respeto tengamos unas familias mejores, unas ciudades superiores, una nación en paz y un mundo en armonía en la belleza de la perfección y de la comprensión cósmica de CRIATURA Y CREADOR.

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