Viernes, 22 Abril 2016 14:21

Terremotos, tragedias, tristeza

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Por: Joseph Garzozi Buchdid

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“La catástrofe, (terremoto), es un acontecimiento inesperado, inhabitual y extraordinario que genera al menos durante un tiempo, una desproporción o desequilibrio en las autoridades por falta, básicamente, de conocimientos de logística”.  Anónimo.

Con terremotos, la madre naturaleza moldea el planeta, ajusta sus energías, establece sus equilibrios y a los seres humanos nos trae muchas lecciones y nos recuerda nuestras limitaciones y nuestra vulnerabilidad y lo depredadores que somos con el planeta.

La gran mayoría de los ecuatorianos sentimos el remezón y temíamos una tragedia por este intenso y prolongado terremoto.

Pero nos preocupó y atemorizó más el terremoto que nos produjo la irresponsabilidad y torpeza, por decir lo menos, de mantener la censura informativa, principalmente en la televisión, por alrededor de dos horas. Como ya lo han comentado ese silencio de dos horas, en caso de un tsunami, hubieran sido mortales.

La primera reflexión es preguntarnos: ¿fue por manejos fundamentalistas de la política del gobierno dicha censura? ¿Fue acaso por falta de liderazgo, confusión, descoordinación abrumadora por procesos burocráticos y/u otros motivos? Todos, cuales fueran, inaceptables.

Enterados e informados de inmediato por las redes sociales, vivimos la angustia y desesperación de estar paralizados por falta de información. Nuestra protesta y nuestro rechazo por esta actuación que no sabemos cuánto daño ocasionó y cuántas vidas se perdieron por la lenta respuesta y reacción.

La organización, tan publicitada por el gobierno como una de sus mayores logros, de la Secretaría de Riesgos, burocratizada como está, con limitada capacidad de acción y respuesta inmediata, demuestra una vez más que politizar en lugar de profesionalizar nuestras instituciones, nos ocasionará mayores daños y tragedias.

Escuchando y leyendo cómo se manejan estas situaciones dramáticas y de alto riesgo, que deben contar con personal altamente calificado, nos produce un terremoto de temores y dudas.

La gigantesca movilización cívica y solidaria ha sido un factor vital para palpar esta gran tragedia nacional.

Ver la imagen de una señora de cierta edad que más o menos expresó: “Lo único que tengo es mi vida, la ropa que llevo y nada más”. Sin hogar, sin dinero, sin agua, sin alimentos, sin familiares y sin gente profesional que la ayude, guie y rescate, me produjo una enorme tristeza y un gigantesco sentimiento de impotencia y rabia.

Un país que disfrutó de bonanza en los años del actual gobierno no tiene reservas, está sobre endeudado, sobre regulado y burocrático, no puede responder oportuna y ágilmente una tragedia como la que vivimos.

Tendrá necesariamente que reconocer que debe armonizar su relación con las Fuerzas Armadas y la Policía, puntales para mantener el orden y proteger la vida y bienes, si es que queda alguno, de los afectados, pero también asegurar y garantizar que reciban y conserven la ayuda que se les entregue.

El terremoto de rabia, repudio e indefensión al escuchar noticias y hechos de cómo la delincuencia roba y ataca a quienes llevan ayuda y aun a quienes la recibían.

Uno de los más grandes problemas de estos trágicos acontecimientos naturales es la logística, asi lo expresa el pensamiento que encabeza esta reflexión.

Pero hay otro y es el que dice de un autor anónimo: “En las catástrofes hay dos momentos límites: cuando ocurre y cuando pasan varios días. El estrés post traumático es muy debilitante”.

Pedimos al gobierno que deje a un lado su fundamentalismo político y administrativo y convoque a los más preparados para esta emergencia que colaboren en todos los procesos, según cada caso, demostrando que la admirable y enorme solidaridad que nos une a todos los ecuatorianos en esta tragedia, puede manifestarse no solo en las ayudas espontaneas y fraternas, sino también en el enorme desafío y proceso de reconstrucción, evitando la corrupción, el despilfarro y los graves errores por desconocimiento, inoperancia o audacia temeraria.

“El Ecuador somos todos, aunque pensemos diferente y es precisamente la diversidad de pensamiento, nuestra mayor fortaleza”.

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