Jueves, 06 Junio 2013 00:00

La guerra de las ciudades

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Conscientes o inconscientes somos los actores directos del drama urbano de nuestras grandes ciudades, latinoamericanas o de cualquier país o continente. Con matices diferentes y con diversos grados de complicación y gravedad, todas las ciudades viven en la inseguridad y la psicosis del miedo.

El drama de los vendedores ambulantes, de quienes duermen en las calles, portales o estaciones del metro o subterráneo, se ha convertido en parte del paisaje urbano, al igual que las pintadas de paredes o trenes, el grafiti, expresión de protesta, arte o política, que con los mensajes de amor y odio o el publicitario, convierten en pizarras desde el más hermoso mármol de una columna o pared hasta una valla de cualquier terreno. Los desempleados, los niños y los mendigos luchan por sobrevivir entre el desamparo, el asfalto y la basura. La crisis de las grandes ciudades que con mayor o menor gravedad padecen todas por igual, los problemas de vivienda, el desempleo y subempleo, transporte público, educación, recolección de basura, teléfonos, agua, servicios médicos, la delincuencia y la inseguridad generalizada, la contaminación y la pobreza, presionan para encontrar soluciones. Estamos por lo tanto, en los inicios del siglo XXI, viviendo la guerra urbana que con las pestes de la droga, el SIDA, el materialismo brutal, el hedonismo y el vacío obliga a miles de seres a vivir en el hogar y la ciudad, el drama de la guerra de sus vidas y de quienes los rodean, con las mismas características de muerte material y espiritual de las guerras de armas y la confrontación.

El mundo deberá en la cercana y estrecha frontera de cada una de sus ciudades, librar la guerra contra los problemas indicados que está llevando a los ciudadanos a unirse y a exigir a los políticos respuestas y soluciones inmediatas y no discursos ni promesas políticas, antes de que la contaminación del medio ambiente sumada a la irresponsabilidad de dichos políticos y burócratas y a la corrupción generalizada, produzca en secuencia o simultáneamente los estallidos urbanos y los conflictos que ya se están produciendo y obligando, con la violencia, a rectificar lo que no se ha querido hacer con la ciencia y la paciencia de los ciudadanos.

Estamos en el límite del viejo esquema urbano y veremos en los próximos años nacer un nuevo orden político y económico de las cenizas y las ruinas que nos dejó la era del urbanismo materialista que destruyó nuestro medio ambiente, nuestros valores morales y espirituales y con ellos nuestras vidas y nuestra felicidad.

Debemos intensificar ahora la búsqueda continua de soluciones y de nuevas formas de desarrollo y cambios en nuestras ciudades, donde habitan más de la mitad de la población mundial y que incrementa el número de sus habitantes cada año.

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